El príncipe Felipe, esposo de la reina Isabel II y padre de sus cuatro hijos, estuvo casado con ella más de 73 años, y aunque como consorte de la soberana no tenía un rol constitucional, nadie fue tan importante como él en la vida de la monarca.
Felipe, que murió el viernes 26 de abril a los 99 años, asumió un rol extremadamente difícil para cualquiera, quizá más para un hombre acostumbrado al mando naval, que, además, tenía fuertes opiniones sobre una gran variedad de temas.
Pero tal vez fue esa misma fuerza de carácter lo que le permitió cumplir con sus responsabilidades y darle a la reina el apoyo que necesitaba. Y, de paso, ganarse el afecto de buena parte del pueblo británico.
De Grecia a Inglaterra
Felipe de Grecia nació el 10 de junio de 1921 en la isla de Corfú, pero como el país no adaptaba todavía el calendario gregoriano su certificado de nacimiento dice que nació el 28 de mayo de ese mismo año.
Felipe nació en Grecia, pero su ascendencia era rusa y danesa.
La historia de su familia es bastante convulsionada.
Su padre fue el príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca, hijo menor de Jorge I, rey de los Helenos, y su madre, la princesa Alicia, hija mayor del príncipe Luis de Battenberg y bisnieta de la reina Victoria.
Tras un golpe de Estado en 1922, su padre fue desterrado de Grecia por un tribunal revolucionario.
Buckingham Palace calculó que, desde 1952, el príncipe atendió 22.219 compromisos en solitario.
Felipe jugó un rol importante ayudando a la monarquía a aceptar los cambios en las actitudes sociales a lo largo de los años.
Él creía que su trabajo era, como le dijo a su biógrafo, «asegurar que la reina pudiera reinar».
En un discurso pronunciado en una celebración para conmemorar el aniversario de bodas de oro de la pareja, Isabel II le rindió homenaje.
«Es alguien que no se toma fácilmente los cumplidos, pero simplemente ha sido mi fortaleza y se ha quedado todos estos años. Yo, su familia y este y muchos otros países le debemos mucho de lo que él admitiría y de lo que nunca sabremos».
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